Doblo la esquina.
Busco en mis bolsillos.
Tomo un cigarrillo.
No tengo fósforos, tampoco encendedor.
Veo una sombra cerca.
Toco su espalda.
- Disculpe -le digo muy amable- ¿me da fuego?
El dragón complaciente, me fulmina en una llamarada.
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